domingo, 8 de julio de 2007

A los 49 años, Michael Jackson descubre su vocación

Jackson, una vida dedicada al otro.

"Lo decidí luego de conversarlo con varios curas y pastores amigos, en mi grupo de rehabilitación", nos cuenta Michael, mientras disfrutamos de un Martini en la terraza de su rancho-parque de diversiones; decenas de niños se arremolinan a nuestro alrededor jugueteando y retozando.
"Me dijeron que la mejor forma de acercarse a los niños y los jóvenes, es con un mensaje de paz, redención y sumisión. He podido demostrar que esto es cierto, y mi relación con los niños de mi congregación ya es muy íntima".
Así es, Jackson parece por fin decidido a alejarse de una vida plagada de escándalos y sucesos altisonantes, y dispuesto a dedicar el resto de sus días al Señor y, por supuesto, a los infantes, su eterna pasión. Un ejemplo a seguir. Pero de lejos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

yo soy un gran fan de este artista, y se que si verdaderamente se ha decidido por la religión, es porq lo ha sentido de corazón, no creo que sea algo para ser tomado en broma.

Diego Salatino dijo...

Che muy buena la pagina, algo muy original, yo tambien soy blogger de Mendoza mi pagina es http://daslive.com asi q espero nos visites y nos agreges a tu blogroll para unirmos todos los bloggers mendocinos ... saludos y segui asi ... D@S

Anónimo dijo...

A mi me parece bien lo del grone este. Al final se quejan de todo che si se cambia el color, si se come un pibe, si se hace cura.
Yo apoyo lo que esta haciendo, TODO escepto lo del color que por suerte a mi no me pasa eso de ser negro y feo.
Chau ñoños

Anónimo dijo...

a cada intención respondemos:

"me manjio un bambini"

Anónimo dijo...

Si Michael Jackson hubiese sido blanco desde el principio, hace rato que lo hubiésemos invitado a formar parte de nuestras filas. Pero no podemos permitirnos ese lujo debido a que por sus venas sigue corriendo la sangre de Jesse Owens, quien nos humilló en las Olimpiadas y fue el detonante para iniciar la Segunda Guerra Mundial.

Atte. MEIN FUHRER, I CAN WALK